Los estudios epidemiológicos sugieren que la presión arterial sistólica en poblaciones no expuestas a nuestra dieta y estilo de vida industrializados típicos suele oscilar entre 90 mm Hg y 110 mm Hg, con poca variación por sexo o edad.
Está bien establecida la relación continua y positiva entre la presión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, incluso con una presión arterial sistólica tan baja como 90 mm Hg.
Sin embargo, actualmente las guías de práctica clínica más utilizadas recomiendan hacer el diagnóstico de hipertensión arterial con cifras repetidas mayores de 140/90 tomadas en días diferentes en condiciones óptimas y después de varias tomas. Existen otras formas de llegar al diagnóstico como la monitorización ambulatoria de la tensión arterial donde las cifras recomendades pueden ser algo inferiores (media de 135/85 en 24 horas). Pero nadie se plantea diagnosticar y sobre todo tratar la hipertensión con cifras inferiores a las mencionadas.
En este contexto, un editorial del último número de la revista Lancet comenta algunos estudios donde parece demostrarse que la tensión arterial, cuanto más baja, mejor.
Sin embargo, desde una perspectiva clínica, ofrecer terapia antihipertensiva a personas con presión arterial aparentemente controlada o que aspiran a niveles considerablemente más bajos de 130 mm Hg a menudo es recibido con escepticismo.
UN estudio llamado ESPRIT comparó los resultados del control de la presión arterial sistólica con un objetivo de menos de 120 mm Hg con el tratamiento estándar con un objetivo de menos de 140 mm Hg, en 116 hospitales y comunidades de China. El ensayo incluyó a 11.255 participantes con alto riesgo cardiovascular.
El resultado primario, lo que se comparaba, fue una combinación de infarto de miocardio, revascularización, hospitalización por insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular o muerte por causas cardiovasculares. Durante 3,4 años de seguimiento, hubo una pequeña pero significativa ventaja para los participantes de la rama del estudio en que se bajaba más la tensión.
Los resultados generales de ESPRIT no son sorprendentes ni novedosos. Sin embargo, el estudio proporciona conocimientos con implicaciones importantes para la práctica clínica y la investigación.
Muy curioso fue que los pacientes tratados intensivamente, no tuvieron problemas derivados de tener la tensión tan baja o éstos fueron muy anecdóticos.
Un ajuste cuidadoso de los medicamentos y la monitorización de los pacientes en ESPRIT podrían haber evitado los efectos secundarios, como comentan los autores.
El estudio ESPRIT contribuye en gran medida al debate sobre los umbrales y objetivos óptimos de presión arterial en pacientes de alto riesgo. Al demostrar que el control intensivo de la presión arterial reduce los eventos cardiovasculares importantes, respalda la revisión de las directrices para el control de la presión arterial. Se alinea con estudios anteriores y los amplía para demostrar que un objetivo de presión arterial sistólica de menos de 120 mm Hg se puede lograr de manera segura para muchas personas de alto riesgo. Sin embargo, hay que tener cuidado con las generalizaciones excesivas. En particular, es posible que los hallazgos del estudio no se extiendan al creciente grupo de pacientes mayores con múltiples enfermedades crónicas y fragilidad, donde se necesita más investigación.
En conclusión, ESPRIT subraya los beneficios y la seguridad del control intensivo de la presión arterial, reforzando el paradigma «cuanto más bajo, mejor». Sin embargo, todo ello se ha de someter a más investigación ya que, con estos objetivos, prácticamente toda la población de países como el nuestro debería medicarse para bajar la tensión a partir de cierta edad y eso, de entrada, parece un exceso.
Kazem Rahimi, Mounting evidence in favour of the lower, the better blood pressure paradigm, The Lancet, Volume 404, Issue 10449, 2024,216-7
«Autor: Dr. José Luís Ballvé»
Nº de colegiado 18325. Colegio oficial de médicos de Barcelona
— Médico de familia